Testimonio Emilia Armijos
Nueva York y el verano de mi vida
Gracias a muchas influencias personales desde que era pequeña, adquirí la idea de que descubrir el mundo es y siempre será una de mis metas principales, no porque sea una moda o una forma de presumir el estilo de vida que llevas sino, por el simple hecho de estar en una calle diferente, interactuar con otras personas o incluso ver cómo cambian los colores de las ciudades. Viajar es básicamente eso, pero cuando decidí que EF iba a ser el motor principal de este objetivo, también pude ver que ir a otro país significa descubrir, estudiar, admirar, divertirse o incluso enamorarse de lo que para muchos son rutinas pero al menos a mí, me cambiaron la vida.
El hecho de que yo pueda escribir estas palabras se remonta al día en el que me decidí a tomar el riesgo de viajar sola por un mes a una de las ciudades más grandes e internacionales del mundo como lo es Nueva York. Sin embargo, también puedo decir que me equivoqué, hasta antes de salir de mi país, tuve la oportunidad de hacer lazos con un grupo de chicos totalmente desconocidos pero con mi misma determinación, con los que rápidamente creamos una amistad digna de llamarse “mi nueva familia” demostrándome que nunca comencé este viaje sola, EF fue el camino principal hacia el mejor mes y verano de mi vida junto a este grupo excepcional de personas.
Al hablar de mi tiempo en Nueva York, se me hace inevitable el sentir una mezcla de emociones que se fueron formando únicamente a medida que pasaban los días allá. El campus y las actividades incluidas en mi viaje hacían del tiempo la cosa menos monótona ya que caminar por la Quinta Avenida o rentar una bicicleta en las afueras de Central Park significaba abrirte a mil experiencias nuevas en una ciudad donde interactuar con las miles de nacionalidades del mundo era indispensable. Todo este conocimiento se reflejaba a toda hora en la residencia EF de Thornwood en los suburbios neoyorquinos donde yo me alojé y sobre todo, donde descubrí que con las personas adecuadas y desde una sala de juegos o una clase, puedes llegar a conocer a alguien de un continente diferente cada día.
Las experiencias no se quedan cortas con todas las alternativas que tuve al estar allá, Nueva York me mostró su lado más acogedor con un bello clima de verano que te mantenían hipnotizado todo el tiempo para moverte de Brooklyn a Manhattan sin sentir que la noche llegaba y cuando creías haber visto suficiente, las luces del Empire State iluminaban todo lo que estaba por venir en las calles de esta ciudad. Por otro lado, los diferentes lugares que conocí como Washington, Nueva Jersey o Boston me dejaron protagonizar las mejores historias por contar a todo aquel que me preguntó ¿Qué tal estuvo mi verano? cuando regresé de las vacaciones.
A mí me gusta ver este viaje como una inversión no solo en tiempo sino en una experiencia que marcará mi futuro. A la vez que yo hice amistades muy valiosas, me volví más independiente y tuve una visión más clara sobre lo que deseo llegar a tener en mi vida una vez que acabe el colegio. Mientras mejoraba notablemente el inglés en un país nativo del idioma, iba descubriendo que nunca es suficiente y que los guías adecuados te harán avanzar siempre. Pero lo más importante, pude concluir que si tú decides viajar con un apoyo como el que recibí de EF, no va a ser necesario sentir preocupación o peor aún miedo, solo esa disposición a querer conocer hasta el último rincón de cada lugar que pisas porque tuve la certeza de que todo lo que aprendí, todas las personas que conocí y todo lo que hice en base a estas dos acciones, me hicieron en un solo mes una persona más completa y consciente, de que si puede adaptarse a cómo cambia el mundo.